20 de julio de 2011

Vi un Cordero en la Vuelta


El coronel (r) Manuel Cordero salió a caminar por Buenos Aires, según reveló ayer Televisión Nacional mediante una filmación. El juez de la causa en Argentina, Daniel Rafecas, que atiende el caso de Automotores Orletti, sostuvo que Cordero "no puede por ninguna causa violar la prisión domiciliaria. Ya que un recluso en esas condiciones no puede ni salir al baño. Solo puede salir para ir a un sepelio o a realizarse algún examen médico". Las imágenes muestran a Cordero saliendo del edificio (su apartamento se encuentra en el segundo piso) y dialogando con vecinos del lugar. Luego inicia su caminata por la calle Anchorena de la capital argentina.
Cordero, que el próximo 15 de setiembre cumplirá 73 años, está acusado de la desaparición de diez personas, el secuestro de un bebé y 32 casos de torturas contra detenidos en 1976 en un centro clandestino. Entre los cargos en su contra se cuentan la tortura y asesinato de Marcelo Gelman, hijo del poeta argentino Juan Gelman, de la desaparición de su esposa María Claudia García, y del rapto de su hija Macarena, encontrada en el año 2000 después de haber sido adoptada por un policía uruguayo y tras una larga búsqueda por parte de su abuelo.
Las imágenes tomadas por el periodista Fabián Cardozo a través de su celular en la capital argentina muestran al ex militar compatriota violando la prisión domiciliaria y demuestran que su estado de salud no es tan grave, ya que le permite pasear por la ciudad sin ningún inconveniente.
A fines de enero de 2010 el Supremo Tribunal de Brasil concluyó las instancias jurídicas dentro de su ámbito y aprobó la extradición a Argentina de Cordero, quien desde mediados de diciembre de 2008 hasta ese momento cumplía prisión domiciliaria en la fronteriza ciudad de Santana do Livramento (Brasil). Dicha extradición fue votada el 6 de agosto de 2009, pero el proceso para hacerla efectiva llevó a que el Tribunal excediera ampliar el plazo de treinta días. El militar finalmente fue extraditado y juzgado por los delitos cometidos durante las dictaduras de los años 70 y 80, en el marco del denominado Plan Cóndor.
En su momento se informó que luego de haber sido detenido en la finca de su cuñado en Livramento, donde cumplía prisión domiciliaria y tras permanecer cuatro días internado en una clínica privada, el coronel en retiro Cordero fue trasladado a la frontera con Argentina para cumplir con su extradición desde territorio brasileño.
Cordero es requerido por la Justicia de Argentina por su vinculación a casos de lesa humanidad en el marco de la Operación Cóndor. El militar en retiro del Ejército Nacional cuenta con 72 años y sufrió una descompensación en el momento de su detención, siendo abandonado por su médico personal el doctor Leandro Nin, quien adujo que se alejaba del caso por no contar con el respaldo técnico y profesional para atender a su paciente, a quien quería llevar a Porto Alegre para que allí fuese intervenido.
Cordero pasó seis meses en prisión domiciliaria en la ciudad brasileña de Santana do Livramento. El ex represor había apelado ante el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil para evitar su extradición a Argentina, cosa que no pudo lograr.
Arrestado en Brasil en 2007, Cordero presentó un recurso para interrumpir el proceso de extradición, al considerar que se le debe aplicar la ley de amnistía de Brasil, de 1979, por la cual se perdonaron los crímenes de la dictadura en este país. El STF, la máxima corte del país, aprobó el pasado agosto la extradición a Argentina, donde se le acusa de la desaparición de diez personas, el secuestro de un bebé y de 32 casos de torturas contra detenidos en 1976 en un centro clandestino.
La extradición de Cordero también fue inicialmente solicitada por Uruguay, pero este pedido fue rechazado porque los crímenes fueron cometidos en Argentina.

Implicado. En la causa de Orletti.


Un informe de Televisión Nacional (TNU) asegura que el militar Manuel Cordero, procesado en la República Argentina, violentó su régimen de prisión domiciliaria. En Brasil, Cordero fue filmado en dos oportunidades caminando por la calle, cuando debía permanecer recluido en su domicilio. Las imágenes fueron tomadas por un teléfono celular y muestran a Cordero abandonando su residencia en Barrio Norte, un acto prohibido por la legislación argentina para personas sometidas a "prisión domiciliaria".
Cordero fue procesado en Argentina por el delito de "privación de libertad agravada", en el marco de la indagatoria judicial caratulada "Plan Cóndor", por la cual se investiga la coordinación represiva diagramada por las dictaduras del Cono Sur en los años 70 y 80.
Empero, una investigación del periodista de TNU, Fabián Cardozo, denunció que Cordero, al igual que lo hiciera en Brasil, violentó el beneficio de la "prisión domiciliaria". El periodista accedió a la dirección de la residencia de Cordero en Argentina y concurrió a la finca ubicada en la calle Anchorena, a dos cuadras de Avenida Santa Fe, en pleno Barrio Norte. Cardozo entabló un diálogo con Cordero por medio del portero eléctrico. El ex represor confirmó personalmente que esa era su residencia. Cardozo asegura que el hombre en la imagen es el coronel Cordero. "Lo vi con mis propios ojos", dijo Cardozo a LA REPÚBLICA.

Fuente: La República

Manuel Cordero Vuelve a Violar Prisión Domiciliaria.

La imagen fue tomada por un celular y emitida por Canal 5, está procesado con prisión domiciliaria por los delitos bajo el Plan Cóndor.
Ya han sido varias las ocasiones en que Cordero es filmado violando su procesamiento. La anterior vez que había sido registrado fue por las cámaras de Telemundo en Santana do Livramento.


Fuente: Teledoce

El Prontuario de Cordero.
Escribe Hugo Cores

Manuel Cordero no es un individuo que tenga historia. No debiera contaminarse la palabra remitiéndola a tan sórdida materia: Cordero en realidad lo que posee es un prontuario criminal y unos demasiados flacos antecedentes judiciales por hechos relativamente recientes.
Su prontuario criminal no constituye una pieza oficial, un obrado de la administración de Justicia: se encuentra, más bien, disperso en decenas o centenas de testimonios judiciales de sus víctimas, los que logramos sobrevivir y en las crónicas periodísticas de los reporteros tenaces que han ido trazando las marcas de su luctuosa trayectoria como funcionario del ejército uruguayo.
Se podría esbozar un paralelo entre las primeras intervenciones de este individuo con el proceso de deterioro y derrumbe del estado de derecho de nuestro país. Y no sólo en el nuestro, donde ha gozado largamente de una vergonzosa impunidad, sino también en los países vecinos.
De Cordero se empezó a hablar después de 1968, cuando en el país funcionaba, ya algo renga y maltrecha, nuestra democracia política. Funcionaba el Parlamento, existía una Suprema Corte de Justicia y un presidente de la república que cada día más se apoyaba en la policía, los militares y el miedo para gobernar y cada vez menos en las instituciones de la República.
Por entonces ya revistaba en los Servicios de Inteligencia y participaba en las primeras grandes “viabas” que se inflingieron en al país a presos y presas por razones políticas o sindicales.
Como el caso de Astiz en Argentina, a Manuel Cordero no se le han reconocido nunca especiales méritos en el desarrollo específico de la acción militar, como temerario combatiente sino como hombre de la represión interna. Formaba parte de los que “intervenían en la lucha” cuando los “enemigos” ya estaban presos, esposados y debidamente encapuchados, para mantener el anonimato de sus heroicos captores. Sobre las acciones de Cordero como torturador tres o cuatro años del golpe militar hay decenas de denuncias.
En 1972, a partir de la declaración del Estado de Guerra Interno, junto con José Gavazzo y Jorge “pajarito” Silveira, formó parte de los grupos itinerantes que recorrieron todas las unidades militares del país en las que había presos.
En algún momento se dijo que “enseñaban” técnicas de tortura. Es un concepto a examinar.
En realidad las torturas que se encargaron de diseminar por el país los hombres de la OCOA no tenían grandes innovaciones “técnicas” con relación a las que se habían aplicado antes.
En realidad los que Gavazzo, Cordero y Silveira transmitían era una tesitura moral, una lección de ética: se puede imponer tormentos a un hombre o una mujer amarrados. Se puede y se debe hacer. Y una vez hecho uno puede estar tranquilo consigo mismo, puede dormir en paz.
Esa fue la lección que impartieron, más que la de la picana, el tacho, el plantón o el caballete.
Una especie de “vidas paralelas”, decíamos, entre el crecimiento de las hazañas de Cordero y el descaecimiento del Estado de Derecho, el predominio de la fuerza, de la prepotencia, del miedo. Y de la hipocresía de los que sabían y callaban. De los políticos civiles, como Bordaberry, como Batlle, como Sanguinetti, que dieron cobertura legal a la práctica sistemática de estas formas del terrorismo de Estado  de los años 60.
Después del golpe de 1973, la patota de la OCOA pasó a revistar como SID, Servicio de Inteligencia de Defensa y empezó a formar parte de las legión uruguaya del Plan Cóndor.
Su vinculación a la represión política -legal e ilegal- en la Argentina, proviene de los años 73 y 74, tres años antes del golpe militar que derrocara al gobierno peronista de Isabel Perón.
Pocos expedientes judiciales en la República Argentina y en Uruguay contienen más testimonios coincidentes que las denuncia contra Cordero por su actuación en Orletti.
Su nombre es, como el de Gavazzo, un símbolo de la impunidad en los casos más documentados: el secuestro de Elena Quinteros, el robo de su hijo Simón a Sara Méndez, la apropiación por Furci de Mariana Zaffaroni y el infame asesinato de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
De pocos oficiales se conocen tantas rezones para la actuación de la Justicia. En Argentina, ya hay, desde casi 20 (veinte) años un pedido de extradición por estos delitos.
¿No habrá llegado la hora de justicia para Cordero?

Tomado de la Revista Caras y Caretas, Nª 182 del 4 de febrero de 2005.