Ahora La Justicia Va Por Los Militares y Civiles que Destruyeron Mentalmente a Norma Cedrés.
Norma Cedrés, militante del Partido Comunista, falleció en el Hospital Militar el 16 de enero de 1978 a consecuencia de un intento de suicidio en el penal de Punta de Rieles. Su hijo, José Ibarburu, y las tres compañeras de prisión firmantes de la denuncia presentaron ayer el escrito ante el juzgado penal de 7º Turno a cargo de la jueza Mariana Mota y la fiscal Ana María Tellechea.
Uno de los cometidos de esta denuncia es abordar penalmente la actuación de los médicos y psicólogos en los centros de reclusión durante la dictadura y su responsabilidad “por acción u omisión” en los crímenes de lesa humanidad relacionados con “la detención ilegal, las torturas, las instigación al suicidio” y específicamente “el homicidio político” de la militante comunista.
En el escrito, al que accedió la diaria, la abogada querellante Pilar Elhordoy alega que si bien Cedrés “fue la única mujer prisionera política” durante la dictadura que muere a consecuencia de un intento de suicidio, “el patrón para su eliminación física y psíquica fue utilizado en todas las detenidas” con el fin de “lograr la muerte, la enfermedad y/o el deterioro mental”. Cedrés se intentó suicidar en uno de los baños de la barraca “bajo la mirada de la custodia que nada hace y tampoco alerta, queda en estado inconsciente porque la rescatan sus compañeras”. Luego es trasladada y atendida “tardíamente” en el Hospital Militar, donde fallece un mes después.
“El hostigamiento permanente fue la clave y estuvo en manos de los psicólogos y médicos/as [que tenían] a su cargo la tarea de buscar ‘las fallas’ de Norma para que ella misma lograra lo que ellos buscaban, esto es: o la locura total o la muerte”, señala el escrito. Según la denuncia, Cedrés fue “hostigada hasta el cansancio” y “claramente inducida a la locura extrema” mediante la tortura física y psicológica, el aislamiento, la negación de dejarle ver a su hijo y el suministro de medicamentos que “la desequilibran una y otra vez”. Por ese motivo, se concluye que “se torna inadmisible aceptar” que la detenida “es responsable de su muerte”. Elhordoy enmarca estos hechos en la comisión de delitos de lesa humanidad -y por lo tanto imprescriptibles- y cita el artículo 315 del Código Penal, que establece que “el que determinare a otro al suicidio o le ayudare a cometerlo, si ocurriere la muerte, será castigado con seis meses de prisión a seis años de penitenciaría”, pero que “este máximo puede ser sobrepujado hasta el límite de doce años, cuando el delito se cometiere respecto [...] de un sujeto de inteligencia o de voluntad deprimidas por enfermedad mental”.
“Su patología psiquiátrica fue utilizada como la herramienta más eficaz para la eliminación física de la prisionera política”, afirma la denuncia. Numerosas páginas del escrito argumentan el “papel fundamental” que tuvieron los psicólogos y psiquiatras en los penales de Punta de Rieles y Libertad. Este tema fue colocado en la opinión pública a fines de 2010 mediante un escrache al psicólogo Marcelino Dolcey Brito y al psiquiatra Martín Gutiérrez Oyhamburo (ver la diaria del 31/01/11). Ambos son señalados por los ex presos políticos como los principales artífices del plan de aplicación de tortura psicológica durante la dictadura.
Fuente: La Diaria
La Justicia deberá indagar el rol jugado por médicos y psiquiatras militares en las sesiones de tortura durante la dictadura, de prosperar una nueva denuncia por violaciones a los derechos humanos perpetradas en dicho período. La denuncia apunta a desentrañar los tormentos psíquicos contra presos políticos.
En el escrito, al que accedió la diaria, la abogada querellante Pilar Elhordoy alega que si bien Cedrés “fue la única mujer prisionera política” durante la dictadura que muere a consecuencia de un intento de suicidio, “el patrón para su eliminación física y psíquica fue utilizado en todas las detenidas” con el fin de “lograr la muerte, la enfermedad y/o el deterioro mental”. Cedrés se intentó suicidar en uno de los baños de la barraca “bajo la mirada de la custodia que nada hace y tampoco alerta, queda en estado inconsciente porque la rescatan sus compañeras”. Luego es trasladada y atendida “tardíamente” en el Hospital Militar, donde fallece un mes después.
“El hostigamiento permanente fue la clave y estuvo en manos de los psicólogos y médicos/as [que tenían] a su cargo la tarea de buscar ‘las fallas’ de Norma para que ella misma lograra lo que ellos buscaban, esto es: o la locura total o la muerte”, señala el escrito. Según la denuncia, Cedrés fue “hostigada hasta el cansancio” y “claramente inducida a la locura extrema” mediante la tortura física y psicológica, el aislamiento, la negación de dejarle ver a su hijo y el suministro de medicamentos que “la desequilibran una y otra vez”. Por ese motivo, se concluye que “se torna inadmisible aceptar” que la detenida “es responsable de su muerte”. Elhordoy enmarca estos hechos en la comisión de delitos de lesa humanidad -y por lo tanto imprescriptibles- y cita el artículo 315 del Código Penal, que establece que “el que determinare a otro al suicidio o le ayudare a cometerlo, si ocurriere la muerte, será castigado con seis meses de prisión a seis años de penitenciaría”, pero que “este máximo puede ser sobrepujado hasta el límite de doce años, cuando el delito se cometiere respecto [...] de un sujeto de inteligencia o de voluntad deprimidas por enfermedad mental”.
“Su patología psiquiátrica fue utilizada como la herramienta más eficaz para la eliminación física de la prisionera política”, afirma la denuncia. Numerosas páginas del escrito argumentan el “papel fundamental” que tuvieron los psicólogos y psiquiatras en los penales de Punta de Rieles y Libertad. Este tema fue colocado en la opinión pública a fines de 2010 mediante un escrache al psicólogo Marcelino Dolcey Brito y al psiquiatra Martín Gutiérrez Oyhamburo (ver la diaria del 31/01/11). Ambos son señalados por los ex presos políticos como los principales artífices del plan de aplicación de tortura psicológica durante la dictadura.
Fuente: La Diaria
La Justicia deberá indagar el rol jugado por médicos y psiquiatras militares en las sesiones de tortura durante la dictadura, de prosperar una nueva denuncia por violaciones a los derechos humanos perpetradas en dicho período. La denuncia apunta a desentrañar los tormentos psíquicos contra presos políticos.
Familiares y amigos de la militante del Partido Comunista Norma Cedrés de Ibarburu presentaron ayer ante la Justicia una denuncia penal por su muerte, ante la presunta responsabilidad de los servicios represivos de la dictadura, en su decisión de autoeliminarse, sobre fines de 1977.
La denuncia fue formulada contra los mandos civiles, militares y policiales de la dictadura cívico-militar (1973-1985) y todos los posibles responsables, por acción u omisión, ya sea en calidad de autores mediatos o de coautores, en el "homicidio político", "determinación al suicidio" y "detención ilegal" de Norma Cedrés, según el escrito presentado por la abogada María del Pilar Elhordoy, al cual accedió LA REPUBLICA.
Cedrés, militante del Partido Comunista, viuda y madre de un niño de 10 años, fue detenida por efectivos de las Fuerzas Conjuntas en su domicilio, el 22 de octubre de 1975, en el marco de la "Operación Morgan", una acción de "gran escala" impulsada contra los adherentes a dicha organización política.
Cedrés fue sometida a diversas y reiteradas torturas físicas y psíquicas durante su reclusión, siendo la única "mujer prisionera política" muerta por suicidio en una unidad militar en dictadura. Sin embargo, el patrón para su eliminación física y psíquica fue utilizado en todas las detenidas para lograr "la muerte o la enfermedad y/o deterioro mental", según expresa la denuncia.
En este sentido, la "patología psiquiátrica" de Cedrés fue utilizada como "la herramienta más eficaz" para su "eliminación física", por cuanto su condición de viuda y madre sería la "llave" utilizada por los represores, con asistencia de médicos y psiquiatras, para su "destrucción" física y psíquica, en "búsqueda de terminar con su vida de cualquier manera", señala el escrito.
"El hostigamiento permanente fue la clave y estuvo en manos de los psicólogos y médicos/as a su cargo la tarea de buscar 'las fallas' de Norma para que ella misma lograra lo que ellos buscaban, esto es: o la locura total o la muerte. Es bien sabido y de público conocimiento, incluso hoy en día es innegable y casi ridículo no admitirlo, que la dictadura y la reclusión permanente de los presos y presas políticas buscaba las dos cosas antes dichas (locura o muerte). Estos eran los caminos para la eliminación del supuesto 'enemigo'", dice el escrito.
El homicidio de Cedrés, por tanto, "integró un plan de represión sistemática de opositores políticos que procuraba impedir cualquier manifestación en defensa de la democracia y en contra del golpe de Estado producido años antes y sostenido en el tiempo".
"La víctima fue hostigada hasta el cansancio y se torna inadmisible aceptar que su muerte fue un hecho puntual y no una sucesión de actos predeterminados que buscaban un objetivo. Norma Cedrés no escapó a este macabro plan. (...) En este caso, la víctima es claramente inducida a la locura extrema y una vez llegada a esta, se da, estratégicamente un paso adelante, uno más dentro del plan y elaboran la forma de que 'sea ella la responsable de sus actos'", aduce la abogada.
La denuncia promovida por José Ibarburu, hijo de Norma Cedrés, y otros amigos de la víctima apunta a demostrar la responsabilidad de médicos y psiquiatras en los procedimientos represivos (torturas) desarrollados dentro de las unidades militares en dictadura. Asimismo, la denuncia promueve catalogar el crimen como un delito de lesa humanidad.
Fuente: La República
Hoy martes 1 de marzo de 2011, se presentó en el juzgado de la calle Misiones la denuncia penal por el caso de Norma Cedrés de Ibarburu.
La denuncia fue formulada contra los mandos civiles, militares y policiales de la dictadura cívico-militar (1973-1985) y todos los posibles responsables, por acción u omisión, ya sea en calidad de autores mediatos o de coautores, en el "homicidio político", "determinación al suicidio" y "detención ilegal" de Norma Cedrés, según el escrito presentado por la abogada María del Pilar Elhordoy, al cual accedió LA REPUBLICA.
Cedrés, militante del Partido Comunista, viuda y madre de un niño de 10 años, fue detenida por efectivos de las Fuerzas Conjuntas en su domicilio, el 22 de octubre de 1975, en el marco de la "Operación Morgan", una acción de "gran escala" impulsada contra los adherentes a dicha organización política.
Cedrés fue sometida a diversas y reiteradas torturas físicas y psíquicas durante su reclusión, siendo la única "mujer prisionera política" muerta por suicidio en una unidad militar en dictadura. Sin embargo, el patrón para su eliminación física y psíquica fue utilizado en todas las detenidas para lograr "la muerte o la enfermedad y/o deterioro mental", según expresa la denuncia.
En este sentido, la "patología psiquiátrica" de Cedrés fue utilizada como "la herramienta más eficaz" para su "eliminación física", por cuanto su condición de viuda y madre sería la "llave" utilizada por los represores, con asistencia de médicos y psiquiatras, para su "destrucción" física y psíquica, en "búsqueda de terminar con su vida de cualquier manera", señala el escrito.
"El hostigamiento permanente fue la clave y estuvo en manos de los psicólogos y médicos/as a su cargo la tarea de buscar 'las fallas' de Norma para que ella misma lograra lo que ellos buscaban, esto es: o la locura total o la muerte. Es bien sabido y de público conocimiento, incluso hoy en día es innegable y casi ridículo no admitirlo, que la dictadura y la reclusión permanente de los presos y presas políticas buscaba las dos cosas antes dichas (locura o muerte). Estos eran los caminos para la eliminación del supuesto 'enemigo'", dice el escrito.
El homicidio de Cedrés, por tanto, "integró un plan de represión sistemática de opositores políticos que procuraba impedir cualquier manifestación en defensa de la democracia y en contra del golpe de Estado producido años antes y sostenido en el tiempo".
"La víctima fue hostigada hasta el cansancio y se torna inadmisible aceptar que su muerte fue un hecho puntual y no una sucesión de actos predeterminados que buscaban un objetivo. Norma Cedrés no escapó a este macabro plan. (...) En este caso, la víctima es claramente inducida a la locura extrema y una vez llegada a esta, se da, estratégicamente un paso adelante, uno más dentro del plan y elaboran la forma de que 'sea ella la responsable de sus actos'", aduce la abogada.
La denuncia promovida por José Ibarburu, hijo de Norma Cedrés, y otros amigos de la víctima apunta a demostrar la responsabilidad de médicos y psiquiatras en los procedimientos represivos (torturas) desarrollados dentro de las unidades militares en dictadura. Asimismo, la denuncia promueve catalogar el crimen como un delito de lesa humanidad.
Fuente: La República
Quién es Norma Cedrés???
Difundirlo es sembrar Memoria.
Hoy martes 1 de marzo de 2011, se presentó en el juzgado de la calle Misiones la denuncia penal por el caso de Norma Cedrés de Ibarburu.
¿Quien era Norma Cedrés?La compañera Norma Cedrés nació, el 9 de setiembre del año 1931 en el Departamento de Lavalleja.
Tenía 47 años de edad, era viuda y un hijo pequeño, cuando fue secuestrada el 22 de octubre del año 1975, en el operativo desplegado por las fuerzas golpistas a gran escala contra el Partido Comunista. Ella era comunista y militante también del Frente Amplio y había trabajado en el diario El Popular.
“La Operación Morgan”, así llamada por la inteligencia militar fue responsable durante diez años de la represión y destrucción al partido comunista. 23 DESAPARICIONES, 16 MUERTOS EN TORTURA, UN ASESINATO EN ARGENTINA, 6 MUERTES EN PRISIÓN CÁRCEL Y TORTURA PARA MILES DE PERSONAS fue el triste y siniestro saldo de ese operativo.
Norma llegó al penal de Punta de Rieles, siendo de las primeras detenidas del Partido Comunista. Ese campo de concentración: -Establecimiento Militar de reclusión Nº 2-; fue creado para la destrucción psíquica de las prisioneras políticas.
Debía cumplir la función de disciplinar a los cientos de mujeres jóvenes,entre 18 y 35 años en su amplia mayoría.
Los oficiales y la comandancia que lo regenteaban, eran los mismos que mediante torturas aberrantes, habían interrogado a las prisioneras políticas en los cuarteles y centros clandestinos al ser detenidas.
Los oficiales y la comandancia que lo regenteaban, eran los mismos que mediante torturas aberrantes, habían interrogado a las prisioneras políticas en los cuarteles y centros clandestinos al ser detenidas.
Es decir: era una extensión de la salas de torturas con una función más sofisticada: destruirlas a largo plazo.
A este lugar llega en los comienzos del año 1976 Norma Cedrés.
Venía del “infierno” “300 Carlos, Centro clandestino. Dependientes todos, del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas OCOA.
Y el servicio de Información de Defensa.Este organismo fue creado en 1971 por el comando General del Ejército y disuelto en 1985.
Todas las unidades militares disponían de efectivos que integraban este organismo y fue en 1975 que comenzó a registrarse la utilización de centros clandestinos donde se sometían a los detenidos a crueles torturas.
Para tapar los gritos de desesperación y dolor de los cuerpos lacerados, los torturadores ponían una música estridente. Entre esos cuerpos se encontraba Norma Cedrés.
Allí comenzó el camino sin retorno.
“Cuando en el cuartel de Infantería del kilómetro 14 nos permitieron sacar la venda, vi a una mujer extraña: mirada ausente y los tacos de sus zapatos sin forro”
Esa mujer de mirada ausente era Norma Cedrés, estaba convencida de que su hijo de ocho años estaba ahí, un día me dijo:” me trajeron a Pepito.
Luego de un tiempo, fue llevada al penal, allí recibió el alivio entre sus compañeras, que la contuvieron con amor y brindaron cuidados permanentes.
Pero el objetivo de los militares y civiles cómplices; como médicos y siquiatras continuarían su obra macabra hasta el final. La observaron, la persiguieron sin cesar, la aislaron infinidad de veces en los calabozos, la interrogaron en medio de su delirio. “Los oficiales entraban por la noche a interrogarla (...) Una noche, después del “silencio”, se abrió la reja y entró el teniente Mendoza con una soldado. La obligaron a levantarse y prepararse para salir. Norma estaba con un camisón blanco, largo.
Cuando se arrodilló a buscar sus cosas debajo de la cucheta el oficial le dijo: ”Levantate, che, apurate”. Ella se irguió con aquel camisón blanco largo y le contestó: “Sepa que nunca estaré de rodillas ante usted, traidor a la patria”.Quedamos heladas. La llevaron al calabozo.
La angustia se expandió entre todas las compañeras, por la suerte de Norma, la volvían a castigar, una y otra vez, y mil veces más. Se veía la planificación de demolerla definitivamente.
La angustia se expandió entre todas las compañeras, por la suerte de Norma, la volvían a castigar, una y otra vez, y mil veces más. Se veía la planificación de demolerla definitivamente.
¡Aferrarla a la vida!; era la consigna del colectivo de compañeras,
“Todas juntas lo podíamos lograr, estábamos seguras.
A su regreso del calabozo, la rodeamos nuevamente y comenzó un leve repunte, se la notaba mejor, alegre, participando de actividades de estudio y realizando manualidades. Ellos también lo vieron, se aprestaron al golpe final, la trasladan de sector.
Perdiendo su lugar de pertenencia, su confianza. En ese otro lugar, las nuevas compañeras sabiendo lo que sucedía con ella, se organiza y diagraman urgente, un nuevo dispositivo de contención. Volver a empezar para lograr confianza y aferrarla a la vida. Ya había intentado el suicidio.
La comandancia, los médicos, las milicas, los siquiatras, todos empujándola al abismo.
“El 1º de diciembre de 1977 de mañana estaba muy mal, hablamos y le dije que la iba a ayudar otra vez a salir del pozo. Quedamos en que cuando volviera de Odontología íbamos a caminar y conversar. Esa mañana se colgó de la cadena de la ventanilla del baño. Las compañeras la sacaron con vida y fue internada en el hospital militar. Recuerdo que en medio de nuestro dolor nos hicieron formar y entonces el mayor Vázquez, a quien acuso de ser el cerebro de toda la maniobra que llevó a Norma al suicidio, nos acusó de no haber actuado rápidamente en auxiliar a Norma. Ese día el Mayor Vázquez, había mejorado su imitación a Hitler para aumentar el terror.
El 21 de diciembre me internaron en el hospital militar y pensamos que tal vez la encontraría allí, que no hubiera muerto.
Sí, estaba allí; en estado de vida vegetativa y se hallaba cubierta de tubos. Entonces ocurrió lo más brutal, creo que viví estando presa: se instaló en la sala de detenidas el juzgado militar y, actuando como testigo los enfermeros, le dieron la libertad, fijándole como residencia el hospital Saint Bois.
Ese mismo día; el 16 de enero de 1978 el corazón de Norma dejó de latir.
El fascismo se había cobrado otra vida joven, capaz, en su escalada de muerte”.
Y en el otro sector que había estado Norma sucede esto: “un día abrieron la puerta violentamente y nos tiraron para adentro del sector todas las pertenencias de Norma.
Eso solo podía tener un significado y en la visita, los familiares nos confirmaron la muerte de la compañera.
Verdad y Justicia! para Norma Cedrés por Instigación al suicidio y finalmente el homicidio político.
Fuente: Blog CapturaVidas
Norma Cedrés de Ibarburu fue detenida en octubre de 1975, en su domicilio, por efectivos de las Fuerzas Conjuntas, por su vinculación con el Partido Comunista, siendo "arrastrada brutalmente lejos de su hijo, familia y hogar", según recuerda el escrito impetrado por la abogada María del Pilar Elhordoy.
La mujer fue trasladada a diversos centros de reclusión, siendo "salvajemente torturada física y psíquicamente", en el marco de un plan concertado para la "destrucción" de opositores políticos. Su procesamiento y posterior condena por la Justicia Militar devino en su remisión al Penal de Punta Rieles.
Cedrés sufrió un constante hostigamiento dentro del recinto, siéndole quitada su medicación, provocando en ella un constante "desequilibrio" emocional. Los servicios represivos, sin embargo, insistieron en una política de encierro y castigo en su contra, siendo derivada a un calabozo donde permaneció sola por más de un mes.
Posteriormente, con la ayuda de varias reclusas, Cedrés tiende a mejorar su estado de angustia. Los servicios represivos deciden, entonces, trasladarla a las barracas del Penal para permitirle una mayor "libertad". Cedrés "se intenta suicidar en uno de los baños de la barraca, bajo la mirada de la custodia que nada hace y tampoco alerta, queda en estado inconsciente porque la rescatan sus compañeras", no siendo atendida debidamente.
Cedrés fallece un mes después en el Hospital Militar. "Justo allí le otorgan la libertad, acto que termina de destruir emocionalmente a la familia de Norma y a sus compañeras aún presas (prosiguiendo así con el plan de destrucción psicológico)", expresa el escrito.
"Mientras ella estuvo en el sector la cuidamos día y noche y cuando comenzó a mejorar se la llevaron para la barraca. Ahí tuve la impresión de que la perdíamos para siempre; le rompieron todos los vínculos afectivos que la apoyaban y la mandaron a un medio nuevo que seguramente para ella fue hostil", declaró una ex presa política, en uno de los tantos testimonios recogidos para fundar la denuncia.
Fuente: La República
La mujer fue trasladada a diversos centros de reclusión, siendo "salvajemente torturada física y psíquicamente", en el marco de un plan concertado para la "destrucción" de opositores políticos. Su procesamiento y posterior condena por la Justicia Militar devino en su remisión al Penal de Punta Rieles.
Cedrés sufrió un constante hostigamiento dentro del recinto, siéndole quitada su medicación, provocando en ella un constante "desequilibrio" emocional. Los servicios represivos, sin embargo, insistieron en una política de encierro y castigo en su contra, siendo derivada a un calabozo donde permaneció sola por más de un mes.
Posteriormente, con la ayuda de varias reclusas, Cedrés tiende a mejorar su estado de angustia. Los servicios represivos deciden, entonces, trasladarla a las barracas del Penal para permitirle una mayor "libertad". Cedrés "se intenta suicidar en uno de los baños de la barraca, bajo la mirada de la custodia que nada hace y tampoco alerta, queda en estado inconsciente porque la rescatan sus compañeras", no siendo atendida debidamente.
Cedrés fallece un mes después en el Hospital Militar. "Justo allí le otorgan la libertad, acto que termina de destruir emocionalmente a la familia de Norma y a sus compañeras aún presas (prosiguiendo así con el plan de destrucción psicológico)", expresa el escrito.
"Mientras ella estuvo en el sector la cuidamos día y noche y cuando comenzó a mejorar se la llevaron para la barraca. Ahí tuve la impresión de que la perdíamos para siempre; le rompieron todos los vínculos afectivos que la apoyaban y la mandaron a un medio nuevo que seguramente para ella fue hostil", declaró una ex presa política, en uno de los tantos testimonios recogidos para fundar la denuncia.
Fuente: La República
Escrache a La Tortura Psicológica a Los Presos Políticos.
La convocatoria de Plenaria Memoria y Justicia invitaba a escrachar a Marcelino Dolcey Brito Puig a su casa, en José E Rodó 2106. Unas cuadras antes, en el 1824, la marcha se detuvo en el consultorio del psiquiatra Martín Gutiérrez Oyhamburo, asesor de Brito que actuó en el penal de Punta Rieles. Según los datos recabados por Plenaria fue encargado de personal del Grupo Casino y docente en la Universidad Católica. “Fingía ser un ‘devoto amigo de los presos’. Manipuló test psicológicos y entrevistas para ‘precisar dónde y hasta qué profundidad sangra la psiquis’”, se informó por un altavoz.
En mayo, el psicólogo declaró ante la Justicia en el marco de la causa que investiga si la muerte de Horacio Ramos en el penal de Libertad fue suicidio y, eventualmente, si éste fue inducido. Brito reconoció haber trabajado en el penal durante nueve años, pero negó las acusaciones, indicaron fuentes del caso.
“Tenían un sistema; tomaban a los compañeros como conejillos de Indias, por ejemplo, con el Calmansial. Conozco los efectos secundarios, daba dolores terribles. De repente quedaban duros, como congelados”, señaló a Radio Uruguay Néstor Peralta, compañero de sector de Ramos. Afirmó que “no se suicidó” y que “minutos antes” estuvo con él. “Estaba repartiendo cubiertos en la planchada [corredor entre las celdas]. Almorzamos, luego prenden los parlantes y entre otras guarangadas anuncian que lo habían encontrado muerto en la celda del calabozo”, lugar donde los mantenían incomunicados por tiempo indefinido, relató. Wilson Ferreira Aldunate individualizó a Brito como un “espía” de la dictadura uruguaya en Buenos Aires,en la comisión investigadora del Parlamento sobre el asesinato de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz en esa ciudad, en 1976. Denunció que “acudía cada quincena a la rueda del [café] Tortoni”, en la capital argentina. Allí Gutiérrez recibía y escuchaba a uruguayos exiliados. Presentó a Brito como “el destructor sistemático de la personalidad de los presos”, según la versión taquigráfica de junio de 1985.
“Iba desde Montevideo llevando información política, expresaba su solidaridad política en términos muy fervorosos y, además, aportaba denuncias sobre las condiciones en que se encontraban los presos en el penal de Libertad. [...] Nos contaba de qué argucias tenía que valerse para salvar, a veces, la vida de algunos presos”, detalló. “Evidentemente era un informador. [...] Era la presencia de un enemigo disfrazado de amigo en una rueda”, concluyó.
Ferreira conocía a Brito del Parlamento, donde asistía con frecuencia porque durante muchos años fue cronista de El Debate, cuya redacción estaba en la casa del Partido Nacional, hasta hoy en la Plaza Matriz. Hasta ahí llegó en 1965 Gabriel Carbajales a pedir trabajo como dibujante, y conoció a Brito. Pero supo quién era diez años después, en el penal. “Fue la tercera vez que lo vi. Era el único que trabajaba en El Debate. Nunca hablé con él, nada más hice dos tapas para un suplemento de turf”, dijo la diaria.
Cuenta que era apodado “Menguele” hasta “por los milicos rasos” y “conocido también -por connotado estudiante fascista- por otros presos que habían tratado de estudiar psicología en la misma Universidad de la República que bancó los estudios” de Brito.
Carbajales también estuvo recluido en el sector de Ramos. “Dijeron que se había colgado con el mameluco o algo así. Algo poco creíble; no se suicidó”, afirmó y luego relató su experiencia en el calabozo: “Estuve un mes y medio. Un milico me tiró por la ventana una cuerda. Pero no pudieron”. “Brito era un productor ‘intelectual’ de tortura psicológica sistemática y masiva y, a la vez, quien debía ‘atender’ a sus propias víctimas”, resume.
Fuente: La Diaria
En mayo, el psicólogo declaró ante la Justicia en el marco de la causa que investiga si la muerte de Horacio Ramos en el penal de Libertad fue suicidio y, eventualmente, si éste fue inducido. Brito reconoció haber trabajado en el penal durante nueve años, pero negó las acusaciones, indicaron fuentes del caso.
“Tenían un sistema; tomaban a los compañeros como conejillos de Indias, por ejemplo, con el Calmansial. Conozco los efectos secundarios, daba dolores terribles. De repente quedaban duros, como congelados”, señaló a Radio Uruguay Néstor Peralta, compañero de sector de Ramos. Afirmó que “no se suicidó” y que “minutos antes” estuvo con él. “Estaba repartiendo cubiertos en la planchada [corredor entre las celdas]. Almorzamos, luego prenden los parlantes y entre otras guarangadas anuncian que lo habían encontrado muerto en la celda del calabozo”, lugar donde los mantenían incomunicados por tiempo indefinido, relató. Wilson Ferreira Aldunate individualizó a Brito como un “espía” de la dictadura uruguaya en Buenos Aires,en la comisión investigadora del Parlamento sobre el asesinato de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz en esa ciudad, en 1976. Denunció que “acudía cada quincena a la rueda del [café] Tortoni”, en la capital argentina. Allí Gutiérrez recibía y escuchaba a uruguayos exiliados. Presentó a Brito como “el destructor sistemático de la personalidad de los presos”, según la versión taquigráfica de junio de 1985.
“Iba desde Montevideo llevando información política, expresaba su solidaridad política en términos muy fervorosos y, además, aportaba denuncias sobre las condiciones en que se encontraban los presos en el penal de Libertad. [...] Nos contaba de qué argucias tenía que valerse para salvar, a veces, la vida de algunos presos”, detalló. “Evidentemente era un informador. [...] Era la presencia de un enemigo disfrazado de amigo en una rueda”, concluyó.
Ferreira conocía a Brito del Parlamento, donde asistía con frecuencia porque durante muchos años fue cronista de El Debate, cuya redacción estaba en la casa del Partido Nacional, hasta hoy en la Plaza Matriz. Hasta ahí llegó en 1965 Gabriel Carbajales a pedir trabajo como dibujante, y conoció a Brito. Pero supo quién era diez años después, en el penal. “Fue la tercera vez que lo vi. Era el único que trabajaba en El Debate. Nunca hablé con él, nada más hice dos tapas para un suplemento de turf”, dijo la diaria.
Cuenta que era apodado “Menguele” hasta “por los milicos rasos” y “conocido también -por connotado estudiante fascista- por otros presos que habían tratado de estudiar psicología en la misma Universidad de la República que bancó los estudios” de Brito.
Carbajales también estuvo recluido en el sector de Ramos. “Dijeron que se había colgado con el mameluco o algo así. Algo poco creíble; no se suicidó”, afirmó y luego relató su experiencia en el calabozo: “Estuve un mes y medio. Un milico me tiró por la ventana una cuerda. Pero no pudieron”. “Brito era un productor ‘intelectual’ de tortura psicológica sistemática y masiva y, a la vez, quien debía ‘atender’ a sus propias víctimas”, resume.
Fuente: La Diaria